Graficando, comenzamos a programar
La magia de los primeros trazos deviene en recuerdos. Las cursivas exigían algo más que pinceladas de acuarela. Nuestro lápiz debía estar afilado. Le esperaba un camino de rulos, moños y palotes.
Tras la incorporación de destrezas, los sustantivos enriquecían el vocabulario. Garra, gato y golondrina nos invitaban a practicar la “g”. Ciertamente, el milagro de aprender a escribir descansa en una característica que damos por sentada: la coordinación visomotora.
Sin embargo, la sencillez de un grafema oculta una complejidad que abruma. De hecho, los pasos necesarios para delinear una consonante son más de veinte. Y podemos expresarlos generando código. Vamos a utilizar Logo, un lenguaje didáctico.
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