Seguridad e Internet: el equilibrio justo
Interland. Una aventura interactiva nos enseña el arte de navegar. Estrategias para no caer en el vacío.
Un lugar, todas las voces
El avance tecnológico insiste en abrazar la esperanza de un mundo mejor. Ajenos al futuro distópico, los habitantes de la aldea global impulsan un cisma cultural. El muro que divide la ficción de la realidad sigue cediendo. Sus cimientos no logran resistir el embate de algoritmos predictivos, asistentes virtuales y sensores biométricos.
Muñidas de estímulos y recompensas, las redes sociales desvelan al tiempo que adormecen. Tras el lúdico esparcimiento, los datos personales emigran a servidores remotos y son reducidos a moneda de cambio. El tesoro más codiciado ya no es el vil metal, sino la privacidad.
En tanto, la superpoblación de voces y falacias continúa generando un efecto inverso al proceso de alfabetización. El dilema de los nativos digitales no es la falta de respuestas, sino la ausencia de preguntas. Semejante vacío plantea la necesidad de revisar el paradigma educativo.
Si bien el camino de enseñar a aprender supone una escalada sinuosa, la empresa es ciertamente posible. Y si de seguridad se trata, Google nos tiende una mano. Una vez más, el gigante bondadoso redobla la apuesta para brindar cinco lecciones imprescindibles.
1 – Una charla entre amigos
Cuando una mirada vale más que mil palabras, percibimos que la vida en línea nos ofrece una experiencia limitada. En cierta forma, los ángulos rectos de las pantallas carecen de las señales que posibilitan una comunicación más fluida.
Con frecuencia, las cosas que no se dicen frente a frente, afloran salvajes cuando conversamos a través de un dispositivo. De manera análoga, el juego hipnótico de ver y ser vistos puede derivar en marcas severas, secuelas que dejan huella.
La virtualidad resulta apenas una parte del mundo real. Ambos coexisten, mas no compiten. Tampoco son ámbitos distintos, menos aún, compartimientos estancos. Su unión es más estrecha que las caras de una moneda. La premisa es evidente: antes de publicar, tomemos un minuto para reflexionar.
2 – Las apariencias engañan
Fuimos invitados a una fiesta de disfraces. Ávidos de amistad, los personajes irán desfilando. Tenemos al sheriff, al banquero, al barbero y desde ya, al apacible cura del pueblo. Todos sonríen con el mismo gesto mientras nos observan de cerca. No obstante, el brillo en sus ojos los delata.
Internet se parece al lejano Oeste. Pero a diferencia de las películas de vaqueros y rufianes, sus protagonistas deambulan por calles obscuras.
Cuando no sabemos con quién tratamos, el desenlace será incierto. Las vueltas de vendajes que envuelven nuestros ojos adquieren múltiples formas. La suplantación de identidad es una de ellas y constituye apenas el comienzo.
El fabuloso banquete promete ofertas imperdibles, fórmulas milagrosas, billetes de lotería y las infaltables herencias millonarias. Es importante ser precavidos: una doble lectura puede evitar más de un dolor de cabeza.
3 – Candados y cerraduras
El auto, la casa o incluso el silencio de nuestro querido diario. Un denominador común los hermana aunque además los diferencia. Ciertamente, todos y cada uno de ellos se abrirán con una llave distinta. Bueno, al menos eso es lo que indica el sentido común.
Sin embargo, esto no es lo que sucede en la red de redes. Acaso por pereza, quizás por costumbre, utilizamos la misma contraseña una y otra vez. Poco importa si estamos leyendo correspondencia, reservando pasajes o encargando rollitos de sushi. Lo cierto es que “DarthVader”, además de ser un célebre villano, es -sin lugar a dudas- una pésima clave.
Los expertos sentenciarán sin dudarlo: la combinación de letras, números, símbolos, mayúsculas y minúsculas creará un escudo indestructible… ¡Que la fuerza los acompañe!
4 – Buenos modales
Los hechos relatan la historia de Andrés. Paisajista de profesión, llegó a codearse con la aristocracia parisina. Tal era su entusiasmo, que Luis XIV lo contrató para diseñar los jardines de Versalles.
Una tarde, Andrés descubre que los ilustres burgueses caminaban sobre su césped. Indignado, decide agregar cartelitos, advirtiendo “no pisar”. Pero las etiquetas fueron ignoradas.
Finalmente, el rey convirtió en ley los reclamos del jardinero. Con el decreto real, nacía la etiqueta -etiquette, en francés. Corría el año 1700.
En palabras de John, la singular descripción deja al descubierto el engranaje fundacional de toda estructura social. Es un mecanismo preciso, un entramado de acuerdos tácitos que nos permite interactuar como sujetos civilizados.
De manera análoga, el ciberespacio ensaya sus reglas. Los primeros bosquejos comenzaron en 1982, con Netiquette. Y aunque la tecnología evolucionó, los ciudadanos digitales continúan siendo personas. De nosotros dependerá respetar principios universales como la empatía, la justicia, la fraternidad y el compromiso por el bien común.
5 – El valor de la palabra
La recomendación de fomentar el diálogo entre padres e hijos no es nueva. El pasaje de la infancia a la adolescencia transita un laberinto de espejos. Algunos abrazan introspección, otros asumen personajes extrovertidos y hay quienes alcanzan a respirar un aire de misticismo.
Bajo este contexto, Internet suele devolver una imagen distorsionada. Las verdades se tergiversan y los modelos se imponen. La ausencia de una formación integral agrega el condimento final para hacer de esta tierra un campo próspero. De hecho, es tan fértil como vulnerable. En él se pueden sembrar ideas, cosechar voluntades y también, plantar adicciones. Todo es factible cuando las intenciones del sembrador distan de ser las mejores.
Atentos a esta problemática, los adultos deben generar las condiciones que les permitan adoptar un enfoque proactivo. El trabajo coordinado de familias, docentes e instituciones teje lazos de confianza y despliega anillos de contención. Asimismo, es importante facilitar canales alternativos de comunicación. Los esfuerzos colectivos se apoyan sobre dos sólidas bases. Escuchar para comprender. Orientar sin prejuzgar.
La aventura está aquí
Hace apenas cuarenta años, la consigna “no hables con extraños” tenía un significado concreto. Hoy, las ventajas de estar conectados terminan de abrir la caja de Pandora.
La variedad de dispositivos, sumada al nivel de dependencia alcanzado, impactan de lleno sobre los más pequeños. Los cambios transcurren vertiginosos. Las nociones a inculcar no se limitan a tecnicismos o abstracciones. El alcance es más profundo y extiende sus alas hacia un desarrollo del sentido crítico. Esta dinámica exige recalcular la manera de enseñar y de aprender. Bajo este contexto, nuestra habilidad para transmitir -en forma efectiva- saberes complejos será decisiva.
Consciente del desafío, Google vuelve a elevar la vara. Y lo hace impulsando un programa a nivel global. Esta vez, el noble propósito del gigante bondadoso descansa en los niños: no claudicará hasta que naveguen seguros.
Tal es su preocupación, que ha creado un portal especializado. Las herramientas que incluye abarcan una guía para padres, un completísimo cuaderno didáctico e infinidad de invaluables recursos temáticos.
Aunque la joya de la corona aguarda en los confines de Interland, un juego 3D que hará las delicias de grandes y chicos. ¡Los invitamos a disfrutarlo!
Excelente Carlos! gracias por sumarle a un tema tan importante el delicado tinte literario.
¡Gracias, Luciana, por tus comentarios!
Que buen análisis Carlos.
¡Gracias, Mercedes! Todos aportamos nuestro granito de arena.
Acertada y precisa reseña. Un aluvión de desafíos para los padres de los Centennials.
Nuevamente, ¡agradecido por la devolución!
Excelente artículo. Tan importante como agradable de leer. Gracias por considerar este tema para tu publicación.
Excelente artículo. Tan importante como agradable de leer. Gracias por actualizarnos sobre este tema.
¡Recibí tus comentarios, Marcela! Al contrario, gracias a vos por la lectura y en particular, por tan bellas devoluciones.